Entrevista a Arcadi Oliveres: “La historia es fundamental en la construcción de la paz”

En la siguiente entrevista, Alba Franco y Arcadi Oliveres debaten acerca de algunos de los retos del siglo XXI, desde la guerra al hambre, pasando por el cambio climático, el desarme, la paz mundial, y la violencia estructural del sistema.


Por Alba Franco, 11 de julio de 2012

Arcadi Oliveres es Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1981 empieza a militar en la organización Justicia i Pau y en 2001 es nombrado Presidente. Es una de las voces más reconocidas del movimiento en contra del modelo neoliberal de globalización. Su compromiso permanente en causas reivindicativas de todo tipo hace de él un referente para quienes creen firmemente que “otro mundo es posible”.

Entrevista concedida el 26 de junio de 2012 en la sede de la organización Justícia i Pau.

P. A lo largo de su carrera ha escrito y hablado mucho sobre la paz. ¿Cuáles son en su opinión los principales retos a los que se enfrenta la paz mundial?

R. Antes de empezar, deberíamos aclarar qué es lo que se entiende por paz y más concretamente qué entiendo yo por el concepto de “PAZ”. Yo, quien me considero discípulo de Frederic Roda, gran activista catalán por la paz, creo que habría que recordar su concepto de paz. Y es que “la paz es un bien de segundo nivel”. Es decir que la paz no se puede conseguir si previamente no se dan unos requisitos. ¿Y cuáles son éstos? El respeto por los derechos humanos, la justicia social, el desarme, el respeto por el medio ambiente, el desarrollo de los pueblos del tercer mundo… Sin estos requisitos, ponemos en peligro la paz mundial.

Estos son realmente los retos a los que se enfrenta la paz. Aquí no interesa tanto decir si Estados Unidos ataca a Irak; sino que el concepto de paz es mucho más complejo que la simple asimilación con la ausencia de guerra. Cualquier vulneración de estos requisitos afecta a la paz mundial, ya sea directamente desde el punto de vista bélico como indirectamente a través de lo que muchos llaman –con razón- la violencia estructural del sistema.

P. Sabemos que la paz es más que la simple ausencia de guerra. Ahora bien, ¿qué es la “violencia estructural” de la que habla?

R. La violencia estructural viene del propio sistema. No hablamos de guerra, de explotación de armas, de conflictos bélicos… Sino que hablamos de aquella violencia que no respeta los derechos humanos, que causa hambruna, que obliga a millones de personas a seguir en campos de refugiados inaceptables, que echa a familias enteras de sus casas debido a unas deudas ilegítimas.

La violencia estructural es una violencia invisible en el sentido de que no es directa, no hay un conflicto armado, pero sí una terrible vulneración de los requisitos imprescindibles para la paz. No es fácil conseguir este objetivo porque cada cosa necesita su camino. Incluso aquí, en un país teóricamente democrático, es complicado hablar de paz cuando no hay desarrollo de los pueblos, cuando más de la mitad de la juventud está en paro, cuando los trabajadores están descontentos y cuando las pensiones se ven recortadas.

P. Entonces, ¿la paz es algo utópico, irreal?

R. Se podría decir que sí. Es un camino que hay que ir trabajando. De todos modos hoy en día con los recursos de los que disponemos sería, en teoría, mucho más fácil de conseguir. Supongo que siglos atrás era todo más complicado. Si hace 200 años había una mala cosecha de maíz, sólo tenías dos opciones: o morirte de hambre, o robarle al vecino y que se muriera de hambre él. Hoy en día esto no pasa.  Hay conocimientos agrarios, hay alertas, hay transporte, hay redes de comunicación…y todos estos avances permitirían que más o menos todos viviesen bien. Entre otras cosas porque alimentos en el mundo no es que falten, sino que sobran.

Por lo tanto, aquello que era más difícil de tener para construir la paz como los medios técnicos, los recursos, el transporte, las comunicaciones, los conocimientos médicos…ya lo tenemos. En cambio, aquello que teóricamente es más sencillo de tener para construir la paz como la convivencia social, el reparto equitativo de la renta, solidaridad entre los pueblos…es en la práctica lo más difícil de conseguir para establecer la paz en su concepto más amplio.

P. Teniendo en cuenta que la historia de la humanidad ha sido esencialmente violenta, ¿qué futuro contempla?

R. No ha sido esencialmente violenta, sino que la historia de la humanidad ha tenido siempre etapas de violencia puntuales. Pero yo diría que si ahora miramos los 7 mil millones de personas que viven en este planeta, veremos que hay entre 15 y 20 millones de individuos que sí que se encuentran en situación bélica directa. El resto de los habitantes de la tierra, no. Sin embargo, entendiendo la paz como concepto amplio, no existe la paz en nuestro país porque siempre te encontrarás con un pensionista que no cobra su pensión, con un inmigrante que es discriminado o con una mujer maltratada. Es evidente que en este sentido amplio, la paz no existe en los países supuestamente democráticos.

P. ¿Existe algún garante de la paz? ¿Cuál debe ser el papel del Estado español?

R. El Estado español tiene en estos momentos aproximadamente 5 millones de parados a los que no da las ayudas correspondientes. No obstante, España que no tiene ninguna amenaza directa gasta cada día 52 millones de euros preparando la guerra. ¿Crees realmente que España es un país que quiere garantizar la paz? En absoluto.

Pero esto no es todo. Además de gastar en armamento también interviene en una guerra en Afganistán, en una en Libia… Y aún peor, esta semana se está celebrando una feria de armamento en París y España tiene una presencia importante. Lo ideal sería que el Estado garantizase unos mínimos, pero no hay voluntad alguna de garantizar la paz por parte del gobierno español.

P. Entonces, ¿de quién es la responsabilidad?

R. Son las organizaciones no gubernamentales (ONG) y la sociedad civil quienes deben presionar a los gobiernos para exigir unos mínimos. Deben explicarles que se puede hacer otra gestión del presupuesto total, administrar de otra forma los recursos e invertir en otros sectores que no sea sólo defensa. Las ONG tienen mucho trabajo.

De hecho, la semana que viene está prevista una conferencia mundial en Nueva York organizada por la ONU, pero impulsada por las ONG con el fin de que se establezca un tratado mundial que restrinja la venta de armas. Pero por mucho que se firme, no pasará nada porque hecha la ley, hecha la trampa.

Tengo un ejemplo, Europa aprobó también una normativa sobre la venta de armas en 1991, así que ya tenemos 20 años de experiencia. La Unión Europea recomendaba no vender armamento a los países que están en guerra o que estuvieran bajo dictaduras. Dos años más tarde, una agencia sueca hizo un estudio que demostraba que 72% de las exportaciones europeas de armas violaban  las órdenes de la Unión Europea.

P. La situación que presenta es poco optimista… ¿no hay ningún organismo que realmente vele por la paz y que obligue a cumplir las recomendaciones sobre la venta de armas?

R. ¿La ONU? La ONU no tiene ningún poder. El poder se lo otorgan los propios Estados, ahí está el problema. Además hay países que tienen el derecho a veto por lo que si hay un tema que no les interesa, lo vetan y ya no se habla. Hay algo que puede que sorprenda, pero el presupuesto total de las Naciones Unidas es seis veces menor que el presupuesto que tiene el ministerio de Defensa español. Reitero, seis veces menos. De ahí la imposibilidad de ser el garante de la paz.

P. Dejando de lado la visión amplia del concepto de paz y centrándonos en un tema más concreto, como puede ser el desarme, ¿cómo avanzamos hacia el desarme?

R. El avance hacia el desarme tendría varias etapas que se podrían llevar a cabo. De hecho, existen muchos estudios que hablan de esta posibilidad. El problema es que falta voluntad política para conseguirlo.

Lo primero que habría hacer es cerrar el grifo al gasto militar. Si los gobiernos no tuviesen presupuesto militar, difícilmente podrían preparar la guerra porque sin dinero no puedes pagar soldados ni comprar armas. En 1982, la ONU aprobó una resolución y pidió que, para avanzar en el camino hacia la paz, todos los países del mundo desde 1982 en adelante redujesen cada año un 5% su gasto militar. Han pasado 30 años y ni un solo país ha cumplido con la resolución de la ONU. Pero lo que más asusta es que lo que se gasta cada año en defensa militar permitiría, según cálculos de la ONU, erradicar no una, sino treinta veces el hambre en el mundo. Es decir que lo que gastamos cada año preparando la guerra permitiría acabar con la hambruna en el mundo.

Con esto está todo dicho, no hay ninguna voluntad política de avanzar hacia la paz. El segundo paso sería reducir los ejércitos. Contamos hoy en día con 26 millones de soldados de los cuales medio millón hace “peace-keeping”, “peace-builing” o “peace-making”. ¿Y qué hace el resto? War. Tercero y muy importante, reducir la cantidad de gente que se dedica a la investigación de armas nuevas. Según datos de la ONU, hay medio millón de científicos que no hacen nada más en su jornada laboral que mirar de crear las mejores armas.

P. ¿Qué piensa de la teoría de la doble amenaza?

R. Que no es aconsejable. Hubo un momento que Estados Unidos y la Unión Soviética habían innovado tanto en armas nucleares que podían destruirse mútuamente unas 50 veces. No tiene sentido que los países inviertan en más armas nucleares porque ya tienen la capacidad de destruir toda la tierra. Es absurdo.

P. ¿Qué piensa usted de la afirmación que dice que las guerras han contribuido a un avance significativo de la tecnología, de las industrias… en definitiva, que las guerras han traído progreso?

R. Precisamente sobre este tema iba mi tesis doctoral. Y mi conclusión es que la investigación militar retrasa el progreso científico. Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón y Alemania fueron castigados por haber luchado contra los aliados. Se les prohibió tener gastos militares y de esta manera invirtieron en investigación civil en vez de en investigación militar. Resultado: son los dos países de la segunda mitad del siglo veinte que más competitividad tecnológica han tenido. Rusia, sin embargo, se dedicó a la investigación militar (cohetes, misiles…) y su economía acabó hecha un desastre. La organización SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) asegura que de la mitad de la investigación militar no se sabe nada porque se considera secreta. La otra mitad sí que se da a conocer a través del registro de patentes (innovaciones militares), pero sólo el 20% recibe interés por parte de la sociedad civil. Es decir que del total de la investigación militar, sólo un 10 % se hace público.

P. ¿Qué papel debe jugar la historia en la construcción de paz y qué piensa de la frase “perdonar es olvidar”?

R. Con las ciencias sociales, el contraste sólo lo da la historia. La historia te dice que si has hecho determinadas cosas pueden ocurrir otras muchas. La historia ha demostrado que Rusia armándose hasta el cuello no ha conseguido desarrollo productivo y las tiendas se han quedado vacías de productos necesarios para la población, teniendo que importar así productos del exterior.

La historia es fundamental en la construcción de la paz. Es, en cierto modo, la maestra del futuro porque nos muestra lo ocurrido en el pasado. El reconocimiento de la historia y su memoria es imprescindible para un verdadero progreso en la justicia. La frase “perdonar es olvidar” es una mala consigna porque necesitamos la memoria colectiva para cambiar todo lo que se ha hecho mal. El olvido no funciona en política, hace falta un reconocimiento público de la historia para contrastar el pasado con el presente y el posible futuro. El reconocimiento permite conocer y transformar.

P. ¿Qué piensa del “crecimiento por el crecimiento”? En otras palabras, ¿es compatible el crecimiento sin límite con el concepto de paz?

R. No hay ninguna razón lógica para seguir con el crecimiento. Habría que pedir explicaciones a los políticos que buscan aumentar el PIB en un 3%. ¿Por qué no podemos mantener las mismas ventas que el año pasado? Tendría su lógica querer aumentar las ventas o el PIB si  aumenta la población, pero sino no tiene sentido. Querer vender más o ganar más es absurdo si se hace únicamente por principio. Y aún más absurdo es si tenemos en cuenta que los recursos de los que disponemos se están agotando.

Hay un dato muy relevante: hasta 1986, todo aquello que los humanos destruíamos del planeta en un año, la tierra lo recuperaba el año siguiente. Se talaban árboles que al año siguiente ya habían crecido; se contaminaba el agua y las lluvias la purificaban después. Ahora bien, al año siguiente, lo que había recuperado el planeta, no era todo lo que los hombres habían gastado en un año. Todos los recursos que la tierra había recuperado en 2009, no era lo que los humanos habían gastado en 2008, sino lo que habían malgastado del 1 de enero al 23 de septiembre del 2008.

P. ¿Y cómo vivimos a partir del 24 de septiembre del 2008?

R. De gorra. Y a costa de futuras generaciones. Desde 1986 producimos y gastamos mucho más de lo necesario. Hay 7 mil millones de habitantes en el planeta, de los cuales 1000 millones consumimos a todo gas mientras que los 6000 restantes viven en la pobreza. Si todas las personas que pueblan la tierra quisiesen consumir la misma energía, el mismo petróleo, la misma madera, los mismos minerales, el mismo agua…que los mil millones de privilegiados que viven en el mundo rico, necesitaríamos cuatro planetas para abastecer a todos.

P. ¿La solución frente al expolio de los recursos del planeta?

R. La única solución: el decrecimiento material.


Alba Franco es Licenciada en Periodismo por la Facultad de Comunicación Blanquerna, de la Universidad Ramón Llull, Barcelona. En la actualidad está completando un Máster en Comunicación de Conflictos Sociales y Armados en la Universitat Autònoma de Barcelona.

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